DE LO QUE SUCEDIÓ A UN MÉDICO LIBREPENSADOR Y DESLENGUADO CON LA INQUISICIÓN DE INIESTA



DE LO QUE  SUCEDIÓ A UN MÉDICO LIBREPENSADOR Y DESLENGUADO CON LA INQUISICIÓN DE INIESTA



Casa de Iniesta blasonada con el escudo de la Inquisición

Según consta en el Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN 3720, Exp. 115, tuvo lugar en Iniesta, en el comienzo del siglo XIX, un proceso judicial contra el médico de dicho pueblo, D. Bernardo Dura, por haber sido acusado de formular “proposiciones” heréticas (*) en el transcurso de una tertulia en la zapatería del pueblo, más exactamente , por hablar irrespetuosamente contra el  sacramento de la Extremaunción.


(*) Las acusaciones por herejía eran bastante frecuentes. Como herejías se incluían las blasfemias y cualquier afirmación extraviada respecto a las creencias religiosas, a la moral o contra el clero. Muchas personas fueron procesadas por afirmar que la “simple fornicación” (relación sexual entre solteros) no era pecado, o por poner en duda diferentes aspectos de la fe cristiana, tales como la presencia real de Cristo en la Eucaristía o la virginidad de María. También el propio clero era acusado en ocasiones de proposiciones heréticas.
Estos delitos no llevaban aparejadas penas excesivamente graves, pero sometían al acusado a una investigación, a una inquisición tal que, por lo menos, entorpecía el normal desarrollo de su vida a lo largo de varios años.

Este suceso es realmente una anécdota, una pequeña curiosidad  de alcance local, un enfrentamiento entre vecinos. Nada extraordinario. Pero, desde mi punto de vista, la denuncia de estos vecinos contra el médico sugiere la gran brecha que se estaba produciendo en la historia de las ideas en España a comienzos del siglo XIX entre conservadores, por un lado, y liberales. 



Esta significativa división  a nivel nacional la vemos por primera vez en Iniesta si nos asomamos a la zapatería de los Herraiz. Vamos a conocer a las diferentes personas asistentes a esta zapatería, aunque curiosamente ninguno acudió a ella por cuestiones de calzado, que sepamos.



Contexto histórico



Estamos en el año 1812. El ejército francés había invadido la península ibérica; la familia real estaba ausente y había abdicado; en Madrid, desde 1808, reinaba José I Bonaparte, que, por cierto, ha suprimido el Tribunal de la Inquisición en una de sus primeras disposiciones; representantes provinciales andaban reunidos en las Cortes de Cádiz redactando una constitución que finalmente promulgan en este año de 1812 y que, después de extensas discusiones, suprime el Santo Oficio en el 1813. 



No obstante, cuando, tras la Guerra de la Independencia, llega Fernando VII el 1 de julio de 1814, deroga la Constitución de 1812 , se reinstaura la Inquisición y, tres meses más tarde, comienza la redacción de esta causa, cuyos hechos habían ocurrido dos años antes. 



Con el Levantamiento de Riego, 8 de marzo de 1820, se vuelve a derogar la Inquisición. Se reinstaura en algunas provincias una especie de control inquisitorial durante la Década Ominosa (1823 - 1833). Tras la muerte de Fernando VII, durante la Regencia de María Cristina de Borbón, en el 1834, se suprime definitivamente el Santo Oficio en España.



Estructura del documento



Observamos en la redacción del documento objeto de estudio una serie de apartados que siguen una especie de pauta o plantilla para la elaboración de cualquier causa:



1.-Título. Sirve para identificar al acusado, la acusación y el estado de la causa.

2.-Exposición de los hechos. Relación de personajes presentes y narración de las frases blasfemas.

3.- Declaración ante el fiscal del delator y de los testigos.

4.- Aportación del Comisario de Iniesta (párroco).

5.- Aportación del Comisario de Cuenca.

6.- Aportación del Comisario de Tébar.

7.- Consultas a otros tribunales y personal especializado en leyes.

8.- Nueva aportación del Comisario de Iniesta.

9.- Resolución.



(Presento en primer lugar el texto original transcrito en letra cursiva y a continuación comento  lo expuesto en esa transcripción.)


TÍTULO



El Fiscal de Cuenca contra don Bernardo Dura Medico titular de la Villa de Iniesta, de estado casado, natural de Benaguacil en el Reino de Valencia, por proposiciones, votado oi audiencias de cargos.



Este frase que abre el expediente es una especie de enunciado, resumen de los cuatro folios de que consta el documento. Este título previo servía para identificar el documento en el archivo y para consultar rápidamente el contenido y el estado procesal de la causa. Para eso en el original tipográficamente carece de sangría y, por tanto, destaca del cuerpo del resto del documento . 



El fiscal inquisitorial, al parecer,  reunía muchas competencias procesales actuales: es el encargado de elaborar la acusación (fiscal), investigar las denuncias e interrogar a los testigos (juez instructor), y, en su momento, dictar sentencia (juez). 


Se presenta al delatado: profesión, estado civil y lugar de nacimiento. Nos dice el contenido de la causa, de qué se le acusa: “proposiciones” (heréticas), o sea, juicios desviados de la verdad teológica establecida por la iglesia, dogma; y el estado procesal en que se encuentra al día de hoy: el tribunal ha decidido seguir recopilando información, seguir con la instrucción, porque, al parecer, no está del todo probado el talante moral del médico (“votado oi audiencias de cargos”) .

EXPOSICIÓN DE LOS HECHOS

        Este Médico fue delatado en 1º de octubre de 1814 por don Miguel Pajaron y Sanchez, Escribano de Reynos y del número de dicha Villa de Iniesta su edad 54 años por haber dicho en casa de Pasqual Herraiz, presente este, su padre Benito, Felipe Martinez, Antonio Lopez Recuenco, Fray Jose Ramon Cubas Obserbante de San Francisco y don Gabriel Nabarro oficial retirado residente en la Villa de Tebar la proposición siguiente “Las gentes hacen admiración de que se muera sin el Santo Oleo; tiene la misma virtud que mis cojones”. Cuia proposición la dijo dicho don Bernardo Dura el día 31 de octubre de 1812 en que murió doña Francisca Albarrilla con motibo de condolerse los circunstantes de que hubiese sido sin el sacramento de la Extrema Unción.

Los hechos han ocurrido en 1812, mientras el tribunal de la Inquisición está abolido. Pero se ve que las rencillas estaban tan reprimidas y prestas a aflorar en el momento oportuno que, cuando en 1814 se instaura de nuevo la Inquisición, inmediatamente se presenta la denuncia.
El delator es el notario, don Miguel Pajarón y Sánchez, un funcionario que puede ejercer su oficio en cualquier lugar del reino (“Escribano de Reynos”) y que pertenece a la plantilla de escribanos numerarios. Él no estaba presente en aquella reunión. Parece que actúa a instancias de algunos de los testigos.
Se relacionan los seis testigos: Pasqual Herraiz, Benito Herraiz, Felipe Martínez, Antonio López Recuenco, el padre franciscano de la Orden de Hermanos Menores u Observantes Fr. José Ramón Cubas y don Gabriel Navarro, militar oficial retirado, residente en Tébar y temporalmente de estancia en Iniesta. O sea, cuatro miembros del pueblo llano, uno de la iglesia y otro del ejército testifican con respecto al  liberal, el librepensador, el descreído, el forastero…  
Se formula textualmente, entrecomillada, cuál fue la frase herética, en realidad una blasfemia, y sobre ella serán consultados los testigos seguidamente.

        
DECLARACIÓN DEL DELATOR Y DE LOS TESTIGOS



         Este delator reconoció en forma su delación, y no sabe si hubo recombenciones de parte de los circunstantes porque no se halló presente al hecho sino que lo supo después por Recuenco y Martínez; los quales fueron examinados en 27 del mismo mes y año y a la 1ª y 2ª pregunta de estilo contestaron la cita substancialmente:  dijo el 1º  que por el mismo  tiempo y con el mismo motibo que se expresa en la  delación pronunció el citado médico  que en aquel pueblo les causa mucha admiración si alguno se moría sin el Sacramento de la Extrema Unción, y que esto era lo mismo que si a él le untaran el pellejo de sus cojones. El 2º dijo que estándose hablando de haber muerto doña Francisca Albarrilla sin dicho Sacramento contestó Dura que el Sacramento de la Penitencia le hacía falta pero el Oleo era lo mismo que sus cojones. Ambos combienen en que el Medico estaba al parecer en sano juicio y en que nadie le recombino. Estos testigos son de oficio Zuclero ( *)y Herrador y sus edades 48 y 73 años.


(*) El “zuclero” es el profesional que elabora el azúcar. Se trata de una palabra peculiar de la Manchuela, tierra de paso (Reino de Castilla - Reino de Aragón) y cruce de lenguas entre el castellano (azúcar) y el valenciano (sucre). Las dos provenientes del árabe “as-sukkar”.


El delator, o sea, don Miguel Pajarón, se ratifica en las acusaciones que anteriormente se formularon verbalmente ante el fiscal. Se da a conocer las fuentes del delator que son dos testigos presenciales (“Recuenco y Martinez”) . Los testigos van a ser sometidos, parece ser, a dos preguntas. La primera sobre el contenido de la acusación entrecomillada en el párrafo anterior.El fiscal quiere saber exactamente cuáles fueron las palabras objeto de la denuncia.  La segunda pregunta quiere conocer la  opinión  de los testigos sobre la salud mental o embriaguez (*) del médico, por si hubiera que considerar algún eximente en la responsabilidad de lo dicho. Los dos primeros testigos, Recuenco y Martínez, se ratifican básicamente en la frase blasfema del doctor que identificaba sacrílegamente la Extremaunción con sus órganos genitales; pero obsérvese cómo el primero, Recuenco, dota a la frase de connotaciones más burlescas, queriendo con ello agravar el contenido estricto de la formulación sacrílega. De hecho, provocadoramente, alude al sector eclesiático a través de la expresión “lo mismo que si a él le untaran…” que implica al ministro de la extremaunción que sería un sacerdote. A Recuenco no le importa que la acusación se agrave, es más, parece que eso es lo que busca; Martínez, sin embargo, además de coincidir con la acusación en todos los aspectos, añade una consideración positiva del médico hacia el Sacramento de la Penitencia. Aunque los dos testigos corroboran la acusación contra el doctor Dura, a Recuenco se le nota cierta pretensión de agravar la acusación contra el médico.


(*) Era frecuente alegar locura, embriaguez o juventud extrema, etc…para conseguir la benevolencia del tribunal y, en algún caso, se conseguía.

         
Pasqual Herraiz de oficio 

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(Estas líneas discontinuas marcan el salto de página en el documento original)



         zapatero su edad 40 años también contestó la cita siendo recombenido con ella, pues dijo que se acordaba haber oído en su misma casa las mismas palabras formales con que se le recombenía, (son las de la delación) y le parecia que el que las profirio fue el Médico de aquella Villa don Bernardo Dura sin acordarse quienes estaban presente ni en que tiempo fue, ni con que motivo, y solo si de que Dura no estaba fuera de juicio por enfermedad, embriaguez ni otra causa.



El testigo Pascual Herraiz se nos muestra en el proceso como un auténtico anfitrión: confirma la acusación en sus estrictos términos (porque no le quedaría otro remedio), no desmiente nada, pero no facilita al instructor ni un dato más. No se acuerda de nada, ni siquiera quién exactamente dijo aquellas palabras. El zapatero tiene que proteger con su equidistancia y neutralidad a su clientela y lo consigue. No sabemos si era un zapatero competente. Se supone. Ningún cliente cuenta qué problema tenía con el calzado para estar presente allí aquel día. Pero es  un auténtico profesional por saber proteger a los asistentes a su tertulia: no añade ningún detalle agravante a lo denunciado, pero tampoco lo desmiente para no comprometer ante la inquisición el buen nombre de su zapatería.



         El padre del testigo anterior Benito Herraiz de oficio Jabonero, su edad 70 años, y el padre Fr. Jose Ramon Cubas Religioso sacerdote obserbante de la misma Villa de Iniesta digeron siendo recombenidos con la cita que no se acordaban ni hacían memoria de haberla oído, y duda el padre Fr. Jose si en la tarde en que se le citaba pudo concurrir a la tertulia de Pasqual Herráiz.



Tanto el padre del zapatero como el religioso evidencian la poca gana de colaborar en el proceso investigador. No se acuerdan de tan pintoresca frase, tan chocante, por lo menos  para los oídos de un religioso; es más, el franciscano hasta duda de que él estuviera allí. Vuelve la espalda completamente al proceso, temeroso de su situación ante la jerarquía eclesiástica si, estando allí, no censuró en ese momento las palabras del médico blasfemo. El padre franciscano, sin embargo, tenía una coartada para justificar su presencia en la tertulia: la reunión de la zapatería tuvo lugar cuando el convento franciscano de Iniesta se encontraba desalojado y su personal  exclaustrado por orden del gobierno de José I desde hace más de siete meses. El monje seguramente acudía a la zapatería para rellenar las horas de ocio que suponía la prohibición de las órdenes religiosas desde el 15 de marzo de 1912.  

       
Por ultimo fue examinado don Gabriel Nabarro oficial retirado residente en la Villa de Tevar, y dijo que se hallaba en Iniesta el dia que murió doña Francisca Albarrilla, pero que no podía decir que combersación se tubo acerca de haber muerto sin el Oleo en casa de Pasqual Herraiz, ni que personas se hallaban presentes, y sí solo podía decir que estaba el dicho Pasqual, y que estando jugando entró el Medico don Bernardo Dura, pero no podia decir las expresiones que este profirió, aunque sí hacía memoria de que se habló de que la Expresada doña Francisca había muerto sin el Sacramento de Extrema Unción.

Este militar añade poco a lo testificado por sus compañeros de tertulia. No carga las tintas en absoluto contra el delatado, tampoco niega lo que otros han testificado. Eso sí, su grado concentración en el juego (de cartas, se supone) era tal que a duras penas es capaz de nombrar a las personas que se hallaban presentes en la zapatería, ni siquiera con quién estaba jugando. Sabe, por lo menos, que él estaba, que también estaba presente Pascual Herraiz, que se habló de que Francisca Albarrilla había muerto sin recibir los óleos y que el médico si que entró en aquel momento. Si fue capaz de enterarse de que entraba el médico a pesar de estar tan absorto en el juego, sería ciertamente porque el médico debía ser un interesante  compañero de juego, animador, divertido y dicharachero.


La zapatería de Herraiz en Iniesta se constituye como lugar de encuentro  espontáneo, réplica rural de esas animadas tertulias  urbanas y aristocráticas (*).En la versión local de estas tertulias de salones la asistencia es libre y espontánea. Cualquier vecino inquieto por algún tema asistirá y conversará con los que ocasionalmente se encuentren presentes. Las zapaterías, las barberías y talleres en general son un pretexto para las reuniones. Un público variopinto pasa el tiempo comentando los acontecimientos diarios. Por eso la tertulia, simultánea al juego o no, debía ser entretenida, chispeante. Pero esta vez están presentes unos asistentes que no soportan a un médico que es posiblemente demasiado afortunado en el juego, irrespetuoso, lenguaraz, y, despechados, acuden a la vieja Inquisición. Fin del encanto de la tertulia…


(*) En Europa, en el siglo XVIII, el siglo de la razón y las luces, la aristocracia y burguesía urbana se deleitaban asistiendo a tertulias en los salones de sus palacios. La nobleza ilustrada invitaba a los personajes más destacados por cualquier mérito para amenizar sus salones con ideas, proyectos o hechos novedosos. Se exponían las nuevas ideas liberales para criticarlas o aplaudirlas. Era un auténtico hervidero de opiniones donde el racionalismo luchaba contra las ideas viejas. En España estas tertulias resultaron más escasas que en Europa por el rígido control inquisitorial.




Durante el siglo XIX y comienzos del XX, estas tertulias locales evolucionaron formalmente en sociedades  y “círculos”, con sus estatutos, de acceso más o menos restringido, para convertirse ya en pleno siglo XX en nuestros típicos bares en todas sus versiones .



INTERVENCIÓN DEL COMISARIO DE INIESTA



         Todos los testigos se ratificaron ad perpetuam sin añadir, ni quitar. El Comisario de Iniesta (que es el Parroco de ella) informa que los cuatro de aquella Villa que son Requenco, Martinez, y  Pasqual y Benito Herraiz son personas de honor, cristiandad, y temerosos de Dios y merecen se les de     ?     a sus dichos; y aunque entre el testigo Antonio Recuenco, y el Delatado hai alguna parcialidad y enemistad le parece que en lo principal y sustancial no había faltado a la 

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         verdad sequn estaba en su mente. Que los otros tres testigo no tenían amistad ni enemistad con el delatado: Que entre este y el delator interbenia bastante ribalidad, y parecia al Comisariado que esta podía a  lo menos haber contribuido a delatarle; pero con todo el delito en su entender era del todo cierto cualquiera que hubiese sido la causa que le hubiese mobido a delatarle, y las palabras formales y terminantes eran las mismas que constaban en su delación, reconocimiento y ratificación. Que la comun opinión en que estaba tenido el delatado era de un genio libre y marcial, poco respetuoso en sus conversaciones a la Religión, y de los que tanto abundan en estos tiempos que con sus chistes y sales mordaces inducen a su menor aprecio.



Tras la comparecencia del delator y los testigos ante el fiscal, los comisarios inquisitoriales de los pueblos de procedencia de los seis testigos van a evaluarlos. Se intenta conseguir el mayor número de datos sobre su conducta social y religiosa. A través de estos comisarios, se quiere aquilatar la autenticidad de la delación y conocer la opinión que el resto de vecinos tiene sobre los testigos y el delatado (“común opinión”).

Ahora es el turno del comisario de Iniesta. Ejerce esta función  el párroco de la localidad . Se vale de una plantilla de preguntas “de estilo” preestablecidas que deben los comisarios formular y los testigos y delatados contestar. Así se desprende de la redacción tan rígida de las conclusiones. 
En primer lugar el comisario les solicita la ratificación “ad perpetuam (rei memoriam)” viene a ser una confirmación de sus declaraciones anteriores ante el fiscal del proceso; sirve de “constancia duradera de los hechos”, o sea, para ratificar la firmeza de sus declaraciones .
Después, el comisario evalúa la integridad moral y religiosa de los testigos, así como su objetividad y ecuanimidad. Sin embargo, aunque  concluye que entre Recuenco y el médico existe una enemistad anterior, causa de su delación, no sirve para atenuar la culpa de Dura, ya que el párroco da por auténticas las acusaciones de Recuenco, aunque este evidentemente haya exagerado las irreverencias del doctor. 
A continuación, el comisario indaga sobre  la fama, la opinión común, que tenía este médico en su localidad:  la de ser un librepensador (“genio libre”), enérgico, contundente (“marcial”), irreverente, chistoso y mordaz. El comisario no es indulgente en la instrucción de este proceso, a pesar de que no ve objetividad ni buena intención en la delación de Recuenco. El único atenuante que encuentra en el acusado es que los tiempos actuales son así y el médico es un producto de ellos. Pero, claro, él no está instruyendo un proceso contra  el sentir colectivo de los tiempos modernos y tiene que atenerse a las delaciones. Además este cura párroco está algo decepcionado con su frustrante labor. Al fin y al cabo considera que son “estos tiempos” los auténticos responsables de esta conducta. Sin embargo, individuos tan irrespetuosos con la religión inducen a otros a esa irreverencia. No digamos si ese individuo es un médico, como es el caso, y goza de cierto prestigio científico entre sus pacientes. He aquí su dilema: considera al médico una consecuencia de los tiempos modernos, pero, ante la opinión pública, no puede consentir una flagrante blasfemia, aunque sus acusadores actúen motivados por viejos odios.


INTERVENCIÓN DEL COMISARIO DE CUENCA

Del padre Cubas informó el Comisariado  de Cuenca que atendiendo a su carácter, y     habito le parecia que  habria dicho la verdad: y que el delatado no le conocía.

El franciscano del convento de Iniesta es examinado por un comisario especial  en Cuenca, atendiendo a su pertenencia a una orden religiosa. Tan especial es que presupone  que todos los religiosos dicen la verdad por el hecho de serlo. Es muy escasa la aportación del fraile  al proceso.Se le nota incomodo con esta testificación . Ha caído en una ratonera debido a la ociosidad de estos meses de exclaustración. Procura pasar desapercibido y seguro que, en su interior, maldice  la hora en que se le ocurrió aquel día ir a la zapatería. No conoce al médico en absoluto, dice. Le tiene que resultar difícil justificar ante sus superiores eclesiásticos su presencia en este local donde se juega y se blasfema . Este comisario de Cuenca tampoco quiere dedicar mucho tiempo a un asunto tan  insignificante teniendo en cuenta que debía estar apremiado por atender otros informes inquisitoriales en que los frailes estuvieran más directamente involucrados.

INTERVENCIÓN DEL COMISARIO DE TÉBAR

Y el Comisario de Tebar informó de don Gabriel Navarro que el mismo había dictado su declaración; que era hombre de mundo y talento, y así inmediatamente que oió  decir Iniesta y en casa de Pasqual Herraiz  se acordó y dijo literalmente lo contenido en su declaración, y por mas preguntas y repreguntas que le hizo sobre las personas con quienes jugaba y los que entraron estando jugando y que hablaron con motibo  de la muerte de Albarrilla, nada, dijo, se acordaba mas de lo que tenía declarado, y solo añadir en el acto de concluirse las diligencias “ Estas son cosas de las historias, y Partidos de Iniesta, pero io distraido con el juego no oi mas que la doña Francisca había  muerto sin el Santo Oleo”.

El Comisario de Tébar, que también, seguramente, es el párroco de la localidad, toma declaración al testigo. Gabriel Navarro un oficial retirado  del ejército, que, desenvueltamente, va a redactar su propia declaración sin seguir las preguntas preestablecidas. Pero, ¿qué hace un oficial como este en Iniesta a unos cuarenta kilómetros de su pueblo de origen? No se sabe. Aparentemente no hay razones familiares. Se nos dice que era “hombre de mundo y talento” (*). El comisario de Tébar le pregunta especialmente sobre los jugadores. Parece que la organización de la timba corriera a cargo del oficial, seguramente con arreglo a una comisión sobre el juego que justificaría el desplazamiento desde Tébar a Iniesta. El oficial con la banca del juego, con su “mundo” y su talento, y el médico con su simpatía y, seguro, cierta habilidad en el juego formaban una pareja triunfadora que debía sacar el dinero de los bolsillos y de sus casillas a los lugareños. Los remilgos religiosos de Martínez y de Recuenco  eran el pretexto para resarcirse de sus derrotas con las cartas, resentimiento del vencido. Resulta curioso, por otro lado, que un personaje del clero se muestre fascinado ante un personaje tan oportunista y vividor.


Gabriel Navarro, este oficial retirado, lanza esta opinión tan interesante desde el punto de vista sociopolítico “Estas son cosas de las historias y Partidos de Iniesta…” (**). Diagnostica “el hombre de mundo y talento” que la razón de este pleito se debe al enfrentamiento partidista entre vecinos del pueblo . No va a reconocer ante un comisario de la Inquisición que la enemistad entre esos vecinos pueda ser ocasionada por el juego de cartas que él mismo, “hombre de mundo”, promocionaba de pueblo en pueblo. El oficial retirado se da cuenta ya de la zanja que se ha abierto en la sociedad por el enfrentamiento entre dos posturas ideológicas: la liberal y la tradicional. Acertado criterio sociopolítico el de este tahúr de la Manchuela.


(*) Según la R.A.E. (Real Academia Española de la Lengua), “hombre de mundo” es aquel que “tiene experiencia en el trato social y está acostumbrado a tratar con personas de elevada posición social”.
(**) Los partidos políticos, formalmente constituidos, no existían todavía. En las Cortes de Cádiz se acababan de enfrentar las dos corrientes ideológicas (progresista y conservadora) para redactar la Constitución de 1812.




CONSULTAS



Recorridos los reglamentos de todos los tribunales nada resulto. Sacado extracto de las proposiciones digeron dos calificadores que eran hereticas, escandalosas, y blasfemas, y el delatado escandaloso blasfemo y sospechoso de behementi.



Hasta aquí, las consultas recabadas a través de los comisarios locales de Iniesta, Cuenca y  Tébar. Ahora el inquisidor fiscal busca en otros tribunales del Santo Oficio otros pleitos semejantes para homologar este caso. Se busca si algún otro tribunal ha sentado jurisprudencia sobre un tema parecido.

Se consulta  además a dos calificadores, especialistas en moral y dogma, sobre las palabras del médico y son calificadas de herejía, blasfemia y escándalo. A la vez, estos dos calificadores informan de que este tipo de palabras no van contra la fe de forma débil, ligera y venial (“de levi”), sino agresiva y seriamente (“de vehementi”). Tanto a los sospechosos “de levi” como  “de vehementi” se les pedirá la abjuración , la retractación, el arrepentimiento. En el caso de los abjurados “de vehementi", si reincidían, eran considerados relapsos y entregados al brazo secular, a los poderes públicos, si era necesario.




NUEVO INFORME DEL COMISARIO DE INIESTA



A instancia Fiscal se pidió nuevo informe al Parroco de Iniesta sobre cumplimiento de Iglesia y conducta moral y religiosa del Delatado, y contestó  en 1 de este mes que por mas exortaciones que ha hecho  en su vasta feligresía  
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para que se le presente en tiempo de Quaresma al examen de doctrina cristiana no había podido conseguir que lo hiciese sino una tercera parte y que una de la familias que jamas se le había presentado en los siete años que llevaba de Cura era la del Medico don Bernardo Dura la qual tampoco le había presentado la Cedula de Comunión al tiempo de recogerlas; y así es que  por la via ordinaria y acostumbrada no le había hecho constar, ni le había constado que Dura, ni su Muger hubiese cumplido con los  preceptos de comunión en dichos 7 años;  pero como en el año pasado entendiese que había proferido cierta proposición injuriosa al Santo Sacramento de la Extrema Unción, y en desprecio de él había tenido un particular cuidado en el cumplimiento de este año y le había visto comulgar en la Parroquia, pero no confesar lo que tal vez hacia en el Combento de Obserbantes de aquella Villa. Que su conducta Religiosa  era poco conocida.

En esta segunda intervención del cura párroco, quien mejor queda retratado es el propio comisario, porque a través de sus respuestas muy cautelosas, se vislumbra cierto pesimismo y desengaño respecto a la consecución de los objetivos del proceso, como dejando ver la dificultad de atajar la descristianización social del momento con pleitos inquisitoriales tan ineficaces. Él denuncia al acusado y a su familia respecto a sus costumbres morales y religiosas y, a la vez, él mismo lo justifica presentando posibles coartadas:
- La familia del médico no se había presentado en siete años a los exámenes preceptivos de doctrina cristiana, pero las dos terceras partes de las familias del pueblo tampoco.
- Al párroco no le consta que la familia Dura haya cumplido con el precepto de la comunión durante estos últimos siete años No le constan cédulas (certificados) de ello. Pero este último año, motivado por  el pleito en que se veía envuelto sí que comulgaba en la parroquia.
- Tampoco le consta que el médico haya confesado con él. Y él mismo  lo justifica alegando que podría haber confesado en el convento de franciscanos, que llevaba cerrado dos años.

Concluye que “su conducta religiosa era poco conocida”. ¿Poco conocida? Si lo acaba de describir como un cristiano oportunista, inoperante, de espaldas a las costumbres religiosas… Claramente tiene ganas de justificarlo y de no agravar su situación procesal.
Es curiosa la actitud semejante que se puede observar en el comisario de Tébar y en el de Iniesta. Los dos curas párrocos sienten cierta comprensión benevolente ; el uno con el oficial Gabriel Navarro llamándolo “hombre de mundo y talento”, el otro, con el médico y sus “chistes y sales mordaces”. El clero parece desengañado y desmoralizado por tener que atacar los tiempos modernos con métodos tan inapropiados e ineficaces. Cumplen con sus obligaciones como comisarios pero no dejan de facilitar excusas y pretextos para mitigar la delación. Y es que, a principios del siglo XIX, la carrera eclesiástica era una vía atractiva para la promoción social o para acceder a una mejor formación cultural, y por ello convivían en el Clero personas con muy distintas visiones del mundo y la política.
Tribunal de la Inquisición. Goya. Óleo 1812-1819

RESOLUCIÓN

El Fiscal en vista de todo puso la clamorosa; y el tribunal por edicto de 20 de este mes acordó que haciendo comparecer en el tribunal se le den audiencias de cargos, y    con lo que resulte se vuelba a ver y votar.

“La clamorosa” era el momento procesal en que el procurador fiscal redactaba las acusaciones formales y suponía una orden de arresto del acusado. Hemos llegado  al final del proceso. La instrucción ha durado veinte días. Se convoca al denunciado para que asista ante el tribunal para que escuche los cargos y, se supone, pueda alegar . Con los resultados de esta citación presencial, el tribunal debatirá y finalmente, más adelante, dictará sentencia. 
No nos consta cuál fue definitivamente la resolución de esta causa. Las penas para este tipo de delitos solían ser las siguientes: arresto domiciliario, multas, ayunos, rezos, abjuración, reprensión, destierro o asolamiento de la vivienda. 

Ya han desfilado ante el fiscal toda la galería de personajes que constituyen este drama local: Antonio López Recuenco y Felipe Martínez, airados contra el médico posiblemente por no saber perder en el  juego, acuden al escribano, Miguel Pajarón, para presentar ante el tribunal de la Inquisición una denuncia contra el médico, Bernardo Dura, porque en la tertulia de la  zapatería de los Herraiz, Pascual y Benito, el doctor ha dicho “proposiciones heréticas”. Ni los Herraiz, ni el fraile, ni el militar  presentes quieren participar en la denuncia más allá de lo que su innegable presencia les obliga. Los comisarios locales tampoco quieren agravar la situación procesal del médico. El resultado es un individuo solo, desarraigado y abrumado ante el mecanismo implacable del Santo Oficio que actúa inexorablemente más por inercia que por convicción.

Este proceso sirve para vislumbrar  esa fractura política, social y religiosa de España a comienzos del XIX, que se ha dado en llamar "las dos Españas"(*)A veces, a través de sucesos circunscritos a una localidad y relativamente intranscendentes, se llega a percibir mejor la significación de los grandes acontecimientos históricos, como cuando a través de una estrecha grieta, divisamos  un extenso y variado panorama, y que en Iniesta se constata  en los problemas de este  médico con la Inquisición: el librepensamiento se enfrenta a la religiosidad, la tradición a las ideas liberales, en definitiva, la fe, a la razón. Eran los temas que empezaban a “helar el corazón” a los españolitos de hace doscientos años.

(*)Todavía Antonio Machado, un siglo después de los hechos expuestos, contemplaba pesimista la existencia de los españoles entre una sociedad caduca y otra que no acababa de definirse:

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito, que vienes 
al mundo, te guarde Dios:
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Antonio Machado. Proverbios y cantares LIII. Campos de Castilla.1912.



Goya. Pintura negra. "Duelo a garrotazos". 1819



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